Estamos en, casi, ninguna parte... (A. Dolina)











viernes, 27 de noviembre de 2009

Crimen perfecto

Abrió el maletín con ademán resuelto y observó complaciente cada uno de los preciosos instrumentos. Deslizó los dedos enguantados en los cantos, apreciando con morboso placer la superficie impecablemente lustrosa del acero que delataba la silueta de las herramientas que con tanto orgullo había reunido.
Las tantas veces observadas, lustradas, ordenadas.

Sólo la dedicación y esmero de un paciente y prolijo coleccionista podía haber logrado tamaña obra con el magro presupuesto de un empleado público.
Era bueno, sí que lo era.

Uno a uno fue disponiendo con deliciosa pulcritud los adjetivos más agudos (que estaban sobre el costado izquierdo del fieltro azul), los adverbios más largamente poderosos, un verbo especialmente determinante para la ocasión: sin perder ni un segundo los fue eligiendo y aplicando con ademanes quirúrgicos.

Las sienes, la nuca, los hombros.

Terminó pronto.

La obra está hecha, se dijo.

Sonrió y pensó con quién pasaría el fin de semana ahora que las sienes tantas veces y tan tiernamente besadas estaban demasiado pálidas como para hacer juego con sus camisas.

Ni siquiera fue preciso limpiar los aceros, se dijo.
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5 comentarios:

CaZp dijo...

Esa caja con tapas de cuero un divisiones de papel.
Un banco de celulosa y tinta.
Y una escultura literaria.

Bella factor[ia!

Buenas hojas al viento =)

Claudia Sánchez dijo...

Doctora... mis felicitaciones!
Ya bien puede ocuparse en otro cuerpo, otra obra, y con los mismos instrumentos de precisión, que tan hábilmente sabe usted manejar, ubicarlo definitivamente en el pretérito imperfecto de su línea de tiempo vital.
No debería usted desperdiciar tan gran talento para los cadáveres exquisitos. La Gran Obra aún no ha sido escrita.
No pierda la oportunidad.

Besos

Daniel Os dijo...

Si no lo decían los dos de acá arriba lo decía yo mismo. Maestra, su talento no hace más que enseñar e inspirar.

Me dejé llevar por la descripción sin querer entender si se trataba de un francotirador, un dentista o un torturador de la KGB… hasta que desplegó su pulido instrumental gramático.

Vaya ejemplo de que la palabra mata, dejando pocas dudas sobre su invicto poder sanador.

¿Cómo se aplaude por blog?
D.

Walter Hernán dijo...

El vacio lo escribieron sus acciones y palabras, dulce escritora. El autor completó la comisión de ese crimen pero no solo mató a la víctima utilizando mal el instrumental acerado de las palabras y el enojo del alma, se auto lesionó, se abrió el pecho dejando a la intemperie su latir y desprotegida el alma...
Generó el vacio y conjugó perfectamente el presagiado final de esa historia.
Pobre homicida que uso las herramientas y tras concluir desperto, levanto el instrumental donde la sangre evidenciaba la furia del error y vio su rostro reflejado en ellas, ¡Sí!, su rostro empañado en escarlata...escribió así su final, escribió así su história y se condeno a la soledad... y quizás al mayor de los dolores la inmensidad hecha de la ausencia de su único amor...
Se condenó y auto mutiló... Ilúso, que peór condena que llevar en sus palabras y anclado en el alma la imagen de un adios a filo de instrumentos acerados...

Steki dijo...

Qué bueno, María bonita! Impecable. Sos una genia.
Gracias por pasar a saludar cuando estaba enferma. Voy mejorando lentamente. Me volteó mal esta gripe!
Besote para vos.