Estamos en, casi, ninguna parte... (A. Dolina)











jueves, 23 de julio de 2009

Después del fin

"...y con tanto ruido, no se oyó el ruido del mar."
J. Sabina



El silencio se abrió desde la superficie de las aguas de la verdad negada por la palabra.

Y la noche fue día en el que se vio la mano monstruosa de lo oculto emerger desde el latido del viento.

Tronaron las paredes del cielo con todas las voces de todas las lenguas que eran solo una y quisieron gritar algo desconocido y fatal (el universo vacío no lo pudo escuchar).

Y el pasado y el futuro fueron recortados con el filo del horizonte y empezaron a andar en direcciones opuestas dejando a su paso un rastro de sangre.

Y el rastro de sangre dividió las aguas y aquí fue el mar y allá la roca para el abrigo del águila.

Y el rastro de sangre dividió la roca y aquí fue el cielo y allá la silueta de la mujer callada que mira el águila desde el borde del risco.

Y el rastro de sangre dividió la mirada y aquí fue el pasado y allá el futuro.

Y el rastro se detuvo sobre el vientre helado de la mujer y lo rasgó con su punzante uña roja.

Y el vientre muerto dio a luz la palabra "presente" en medio de gritos sordos y lágrimas de piedra rota.

Y el rastro dibujó un páramo que abrió sus fauces y devoró al hijo que yacía aferrado al pecho vacío. (No se resistieron, los brazos líquidos del mar.)

No había nadie para recordarlo.

Era el séptimo día.

Y un viejo y olvidado dios de barro -por fin- descansó.