Estamos en, casi, ninguna parte... (A. Dolina)











miércoles, 30 de diciembre de 2009

Principio y final

Vista desde el punto de vista de la cultura occidental, la vida humana podría definirse como una cuerda, una línea en permanente tensión entre dos puntos: principio y final.

Entre esos, miles de actos gloriosos e infames, mínimos o cíclopeos, no parecen ser más que un intento desesperado por extender ilimitadamente la distancia entre ambos extremos, cuya cota máxima va a parar por allá, en los yuyales aledaños a la eternidad.

Este último concepto implica, de alguna forma, la ruptura con lo lineal. Cabe pensar, como aducen algunos autores, que una cantidad de materia finita enclavada en una línea de tiempo infinito producirá en algún momento el recomienzo de un ciclo, la coincidencia repetida de cierta organización molecular. Vale decir, una vuelta al principio: ahí la circularidad, el eslabón de la cadena que tuerce hacia sí misma cualquier historia, por lineal que parezca.

En este sentido, durante algunos días cercanos al solsticio de verano, en estas latitudes sureñas, el día y la noche se confunden en un laberinto circular que hace dudar de las nociones de principio y final...

¿Quién determina cuándo comienza un día y cuando acaba la noche en un continuo de semipenumbra que no es ni alba ni anochecer? Se rompe una constante que ha determinado para hombres y bestias (si se me permite el pleonasmo) el ritmo entre vigilia y sueño. La luminosidad constante del horizonte durante el ciclo de sueño desmiente cualquier definición.

El sol se encuentra en su altura máxima y comienza su paulatino descenso hasta envolvernos en las sombras del invierno. Se trata de un momento mágico, que en otras latitudes ha dado lugar a complejos rituales en honor a las deidades a quienes se les atribuye el régimen sobre estos fenómenos. Entre ellas, los romanos veneraban al dios Jano -patrono de los constructores- representado siempre con dos caras opuestas, que miran los dos puntos que señalábamos... ¿al principio?

Esta deidad "bifronte", de quien proviene el nombre del primer mes del año de nuestro calendario (enero), encuentra no casuales similitudes en la figura cristiana de Juan Bautista y Evangelista, a quien se rinde culto, precisamente, coincidiendo con ambos solsticios. Este fenómeno celeste tiene sus dos momentos durante el año: el de verano (llamado janua inferni, por conducir a la penumbra) y el de invierno (janua coeli, puerta de los dioses).




Considerado Jano el dios de los principios y los finales, tenía como misión el ser guardián de esas "puertas solsticiales o puertas del cielo". Es así que este dios de "iniciación a los misterios" bien puede sugerir o simbolizar, precisamente, la dualidad, la contradicción, la lucha entre el bien y el mal, presente en cada uno de nosotros y en cada uno de los deseos para el porvenir y recuerdos del pasado que tendemos a evocar en estas fechas.

Corolario: un mismo signo puede ser la antesala de la luz o de la oscuridad, del invierno o del verano, del amor o del odio, de la verdad o la mentira, de la dicha o del sufrimiento.
¡Guárdenos, Jano, de los inviernos que se anuncian como veranos y de los odios que insisten en disfrazarse de amores!



No es casual que elija ilustrar esta entrada con uno de los temas del trabajo "Seven lives many faces" (2008, Enigma) hablando de caras y hablando de misterios. En este caso, precisamente "Las puertas del cielo", aludiendo al sitio que guarda la deidad bifronte, el que une la cuerda entre el principio y el final, el doble, el indeterminado Jano. Deliciosa pieza cantada en catalán, guardiana a su vez de recuerdos olvidables e indeterminados por estar anclados, precisamente, en la dualidad bifronte de una imagen vista al pasar, sobre el cristal empañado de un espejo que miente verdades.









Advertencia necesaria: La apropiación de tópicos provenientes de solares mejor iluminados, corre por cuenta exclusiva de la ausente firmante.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Se mezclaron los papeles

Un buen día, los libretos aparecieron desparramados en el suelo.

Alguien -con desgano- los juntó sin reparar demasiado en los folios, en el derecho ni el revés, ni siquiera en pares e impares.

Al principio nadie se dio cuenta.
Salvo por alguna mirada, algún gesto extrañado, todos parecían estar de acuerdo con que la obra seguía.

Conforme avanzaba la trama, los dioses departían con los hombres en los bares de mala muerte y las gentes preocupadas por el horario de los ferrocarriles masticaban estrellas cruzando los brazos por debajo de la nuca.


Finalmente, alguien terminó por el principio mientras el personaje principal apenas acababa la segunda línea y esperaba impaciente al mensajero que traería desde lejos las noticias de lo que aún no había ocurrido.

El coro llegó a destiempo y Tiresias pasó de vidente a ciego, tras una bajada de telón.

Cuando los actores dieron por terminada la escena, hasta el público se preguntaba ,confundido, si esa parodia del mundo no era demasiado verosímil como para ser teatral.
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jueves, 10 de diciembre de 2009

"Las flores del mal"




Art of Noise - Instruments of darkness (cortesía no demasiado voluntaria de aza1029)



El amor de mentira

[...]

¿Eres fruto otoñal de sabor soberano?
¿Eres fúnebre vaso que espera algunas lágrimas,
perfume que en oasis hace soñar remotos,
almohada que acaricia, o cestillo de flores?

Yo sé que hay ciertos ojos, de los más melancólicos,
que no esconden secretos preciados; medallones
sin reliquias, y bellos estuches sin joyeles,
más vacíos, más hondos que vosotros, ¡oh, cielos!

¿Pero no es suficiente que seas la apariencia
para alegrar un pecho que la verdad rehúye?
¿Tu estupidez qué importa o qué tu indiferencia?
¡Salve telón o máscara! Yo adoro tu belleza.


Charles Baudelaire

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martes, 8 de diciembre de 2009

Diálogos capitales


"...man kann nicht nicht kommunizieren..."
Paul Watzlawick


En 1835 se publicó en francés el "Método Ollendorf", como ayuda para el aprendizaje del idioma alemán. Aplaudido por las corrientes conductistas, se trata de un sistema que luego fue aplicado al aprendizaje de otras lenguas, entre ellas el español -no... ¡baje el dedo!, hablo del idioma-.
Sucesivas ediciones de la obra hablan de su eficacia a la hora de aprender... a no comunicarse.
Se trataba -explico breve y mal, pero no es el fin último de este diálogo, o tal vez sí...- de series de preguntas y respuestas que no necesariamente obedecían a la lógica y el contenido semántico de los mensajes, sino a reforzar estructuras sintácticas presentes en el diálogo.

Pongamos por caso...
-¿Crees que lloverá?
-No. Pero un gato visita mis sueños y me cuenta al oído el pronóstico de lo que ya sucedió...


Curiosamente, este método, en apariencia vaciado de significación para los políglotas en ciernes, se aplica en buena parte de las conversaciones diarias, entre hablantes de una misma lengua (si se me permite la absurda generalización).

¿De qué hablamos cuando hablamos? ¿Es posible acaso superar la barrera del yo para penetrar en la subjetividad del otro? ¿Degustar el peso y sustancia de sus palabras?¿Apreciar la dimensión exacta de los significantes?

Quitando el ponerse de acuerdo para un encuentro de fin de semana o la lista del supermercado, la mayoría de los intentos comunicativos entre algunas personas no dejan de ser una fiel muestra de que, todo diálogo es incompleto, un absurdo intento de salirse de la trampa interior, de la que jamás se podrá huir, pues se vive preso de la propia subjetividad.


-¿Qué queda cuando la realidad se vuelve contra sí misma?
-Un ruido de sueños que se deshacen, sin dudas.
-El costado oscuro de la luz.
- Unas manos que construyen manos que destruyen...

-¿Y de ti mismo?

-Nada...

-¿Los túneles de Sabato?


Cualquiera podría ser el significado de los enunciados. Más lejos, más cerca, jamás llegaremos a quebrar la distancia...


Acotación urgente:
Poco más de un siglo después del surgimiento del "Método Ollendorf" y su discutible vacío comunicativo, surge la conocida hipótesis del epígrafe:
Aunque toda comunicación es incompleta, dice Watzlawick que "es imposible no comunicar".
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viernes, 27 de noviembre de 2009

Crimen perfecto

Abrió el maletín con ademán resuelto y observó complaciente cada uno de los preciosos instrumentos. Deslizó los dedos enguantados en los cantos, apreciando con morboso placer la superficie impecablemente lustrosa del acero que delataba la silueta de las herramientas que con tanto orgullo había reunido.
Las tantas veces observadas, lustradas, ordenadas.

Sólo la dedicación y esmero de un paciente y prolijo coleccionista podía haber logrado tamaña obra con el magro presupuesto de un empleado público.
Era bueno, sí que lo era.

Uno a uno fue disponiendo con deliciosa pulcritud los adjetivos más agudos (que estaban sobre el costado izquierdo del fieltro azul), los adverbios más largamente poderosos, un verbo especialmente determinante para la ocasión: sin perder ni un segundo los fue eligiendo y aplicando con ademanes quirúrgicos.

Las sienes, la nuca, los hombros.

Terminó pronto.

La obra está hecha, se dijo.

Sonrió y pensó con quién pasaría el fin de semana ahora que las sienes tantas veces y tan tiernamente besadas estaban demasiado pálidas como para hacer juego con sus camisas.

Ni siquiera fue preciso limpiar los aceros, se dijo.
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martes, 10 de noviembre de 2009

Refutación del regreso

Penélope, los lunes, guardaba las agujas.

Lo hacía bien de mañana, con la esperanza [no de la vuelta, sino] de la llegada del olvido.

La madrugada del martes comprobaba, con ahogada impotencia, cuán largo y extenso era el tejido de la memoria.

Y volvía a anudar los extremos.
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domingo, 8 de noviembre de 2009

Presente imperfecto

De haberlo sabido, hubiera dejado crecer dos o tres adjetivos más o menos oscuros, cultivado un almácigo de gerundios huecos y torvos, regado una docena de participios inútiles; para ofrecérselos en ramo a la certeza-el día que pasara frente a mi puerta- de que nadie vuelve jamás.
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lunes, 5 de octubre de 2009

Apuntes para una deconstrucción




Una barba extrañamente azul


Tres hermanas que fueron solo una

El amable paseo por la campiña de la seducción

Historias deliciosas, manjares exquisitos, un castillo


Un viaje, un llavero, una puerta secreta

La llave, libertad encarcelada y "todo lo que le apetezca a tu corazón"

Tres pisos de altura y cien puertas en cada ala

La necesaria bajada al sótano, la habitación prohibida


Huesos ennegrecidos y sangre

Sangre y huesos ennegrecidos


Llave y lágrimas

Carmín chorreante en el blanco delator de la falda

Crin de caballo, cenizas, fuego...

Inútiles para olvidar el recuerdo

Para ocultar lo evidente


Demasiado tarde

-Ahora te toca a ti, señora mía-

¡Sólo un poco de tiempo!

(Es necesario preparar el alma para morir)


La huida escaleras arriba

El rescate de un racimo de gritos mudos


Un torbellino que sube desde el horizonte

Una maraña de espadas y buitres vengadores


La victoria de los débiles

Libertad

en el alma




domingo, 27 de septiembre de 2009

Anagnórisis II

Una mañana de julio comprobó -no sin cierto dejo de inquietud- que su rostro, visto en el espejo de bordes carcomidos, empalidecía y se tornaba extrañamente difuso. Se desdibujaba, como si un punto central fuera absorbiendo gravitatoriamente las líneas, los colores, los ángulos...

-Una visita urgente al oftalmólogo... - había pensado alguna vez, e insistió con ello.

Mientras tanto, no dejó de notar más allá de los límites del recorte borroso que insistía con remedar sus mohines de manera absurda e incompleta, que la habitación se había llenado con la extraña presencia.

Se levantó un tanto, movió la cabeza a izquierda y derecha para poder apreciar mejor en los diferentes ángulos eso que las tangentes le habían devuelto siempre mejor que si mirara la realidad de frente y sin pudores; tocó la superficie fría con la nariz, intentando adivinar en los vértices oscuros de la bidimensión alguna evidencia de lo conocible. Escudriñó sigilosamente el eje mismo de las simetrías humedecidas por el aliento cercano. Y sí. Allí estaban.

Un descuido, tal vez una ventana mal cerrada que había cedido con algún furioso viento el otoño último o el espacio anoréxico en las persistentes rendijas de la puerta. Por algún lado habían entrado las pequeñas invasoras en hileritas viboreantes y ahora recorrían los tirantes del techo y los bordes de los muebles.

Recordó a Octavio Paz mientras sacudía los almohadones inútilmente para comprobar luego que seguían allí, imperturbables y frías.

"Chillen, putas..."

Cada tanto volvía al espejo y comprobaba que eran cada vez más. Inmutables en su actitud de denuncia. Hubiera querido correr hasta el baño y volver con una pincita. Meter su mano en el cristal y extraerlas una a una, con pretensión de cirujano, sin romperles los huesitos diminutos (las palabras no son tan gelatinosas como simulan a veces).

Pero ahí estaban. Orgullosamente tendidas sobre la imagen de la mesa y los papeles, bajo las patas de los muebles que ahora se retorcían cada tanto, urgidos por la urticante cercanía de las consonantes.
O, al menos, eso mostraba el reflejo oscilante cuando se corrían las cortinas y entraba alguna luz en la habitación -aunque... debería admitirlo ya mismo- la visión comenzaba a suceder incluso entre las sombras.

Nunca supo del todo cuándo había empezado aquello. Creo que comprendió que se había convertido en un auténtico problema el día que comprobó espantada, tras la mirada extrañada de un vendedor de cospeles, que se había puesto un zapato de cada color (minutos antes y a pesar de haber sido interrogado varias veces, el cada vez menos confiable y más asimétrico enemigo no había denunciado la menor diferencia entre ambos pies).

Y era que las pequeñas y peluditas palabrejas desordenadas habían perforado completamente lo que intentara ver de sí en el espejo. Al punto que volvían harto dificultosa la tarea de establecer si su imagen era más o menos presentable antes de salir a la calle.

-¿Será que las paredes oscuras...? ¿Que la poca iluminación y por eso...?-. Ya se sabe cuán fácil es para ciertas mujeres el excusar a sus verdugos más hostiles.

Y además estaba eso de las columnas de hormiguitas con y sin serif adheridas en los muebles, arrastrándose en el piso, bajo la alfombra y sobre ella. Si tenían relación ambas cosas, no importaba mucho, valga decir solamente que las extrañezas habían comenzado más o menos a la misma altura del año.

Ya lo sabe cualquier lector de horóscopos más o menos avezado en la materia: la concomitancia de fechas puede alcanzar para asignarle un destino similar (cercano a la heroicidad o al más sórdido de los anonimatos) tanto al heladero agnóstico de Punta Lara como al misionero anglicano de Otawa.

No fue si no hasta un martes, unos meses después, que confirmó sin demasiado sobresalto, que el curioso mentidor había persistido en sus dudosos registros hasta reemplazar limpiamente su reflejo más o menos pálido y treintañero con todo y zapatos, por un extenso tratado escrito en lenguas (si hablo de la mezcla de idiomas), que si hablo de superficies de escritura podría referir la habitación entera, o aquello que en el halo cristalino podía reflejarse. Entonces, ya no hubo dudas en cuanto al punto de contacto entre la filtración subrepticia de verbos y adjetivos hormigueantes dentro de la casa y la pérdida gradual de la nitidez en la imagen que devolvía el interior del marco avejentado. Algún adverbio, a lo sumo, podía declararse decididamente inocente, aunque fuera casi inútil hacerlo en medio de tanto desorden de conceptos que desmentían categóricamente cuanto intentara duplicarse en el espejo.

-Inútil descrifrarlo- musitó ella mientras leía un tomo de la biblioteca que fuera más amable que todo el desorden de signos que decoraba el empapelado y las cortinas.
Al dar vuelta la última página del que reunía la obra entera de Sófocles, comprendió que Edipo había decidido arrancarse los ojos para ver, por fin, lo ocultado por la soberbia pretensión de saber lo que le estaba vedado, de saber lo que las palabras le mostraban y ocultaban a la vez.

-Para saber quién era él mismo...- pensó mientras le daba la espalda a su imagen ausente.


(Edición corregida y aumentada, para desgracia de los paseantes.)

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sábado, 5 de septiembre de 2009

Fotos veladas

Más allá de las consideraciones de valor artístico, que tienen la irrefrenable costumbre de ser discutibles del derecho y del revés, este sitio con ánimo de diario de viaje, decide hoy que sonidos y ritmos poco usuales envuelvan el azul, aunque más no sea para entibiarlo.

Una letra, un ritmo adormecedor, pueden ser el mantra que alivie el paso cuando el camino se ha perdido en latitudes hostiles y sólo se avanza con la secreta esperanza de encontrar la frontera de lo incierto.

Cuando se abriga el deseo de que todo no haya sido más que un mal sueño. Un mareo.




El mareo (Cerati & Bajofondo Tango Club)


Avanzo y escribo
Decido un camino
Las ganas que quedan se marchan con vos
Se apaga el deseo
Ya no me entreveo
Y hablar es lo que se me da mejor

Con los ojos no te veo
Sé que se me viene el mareo
Y es entonces cuando quiero salir a caminar
Con los ojos no te veo
Sé que se me viene el mareo
Y es entonces cuando quiero salir a caminar

El aire me ciega, hay vidrio en la arena
Ya no me da pena, dejarte un adiós
Así son las cosas, amargas borrosas
Son fotos veladas de un tiempo mejor

Con los ojos no te veo
Sé que se me viene el mareo
Y es entonces cuando quiero salir a caminar
Con los ojos no te veo
Sé que se me viene el mareo
Y es entonces cuando quiero salir a caminar

El aire me ciega, hay vidrio en la arena
Ya no me da pena, dejarte un adiós
Así son las cosas, amargas borrosas
Son fotos veladas de un tiempo mejor

Con los ojos no te veo
Sé que se me viene el mareo
Y es entonces cuando quiero salir a caminar
Con los ojos no te veo
Sé que se me viene el mareo
Y es entonces cuando quiero salir a caminar





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jueves, 3 de septiembre de 2009

Orígenes






¿Qué fuiste antes de ser piedra, golpe, espejo roto en el silencio de la noche?

¿Qué eras cuando el aire, las olas,

cuando la luz de la luna ahogaba oscuridades

y sólo se oía un vuelo de pájaros entre las sombras?

¿Qué eras antes del tiempo mineral de los recuerdos?

Antes del cielo y el andar de los planetas,

antes de mí,

de ti,

del miedo.

Antes del tiempo urgente de los intentos.


Quizá árbol, nube, escarcha en la mirada.

Quizá rumor de pasos perdiéndose en los pasillos quemados de una voz antigua.

Quizá monte, brisa, rayo,

sangre tibia derramada,

o sólo el primer verso del poema.


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martes, 18 de agosto de 2009

"La vida es sueño" (Un rejunte insolente...)

Advertencia preliminar: Esto es algo así como un imperdonable cadáver exquisito armado desde la más arbitraria y sórdida de las trincheras -sí, desde ahí-.
Bueno, largamos (en caso de sospechar de que nada encaja con nada, déjese de vueltas y confírmelo sin asco).


"Acto II: Segismundo ha regresado a la prisión y Clotaldo le convence de que todo lo que ha vivido ha sido un sueño.

SEGISMUNDO


Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es hasta despertar.
[...]

Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."




Y si de citar se trata, que parece que así serán las cosas hoy, podría rematarse con aquello de solo "somos un punto, un punto de luz".

Digamos que un baldazo de agua fría en las espaldas del ego ensoberbecido. En definitiva, de última, en última instancia -elija la locución que más le cuadre, lo mismo dará- hasta el grito más desgarrador terminará asfixiado entre las falanges del tiempo; las lágrimas más abundantes se secarán para siempre en el desierto de la soledad más absoluta (porque es desde ahí y hacia ahí donde vamos/venimos, elija hacia dónde quiere extender la mirada, es la misma arena y son las mismas lágrimas).

"Nos vamos meciendo en un gran ataúd" y tenerlo presente resulta bien para comprender que no hay medida para el dolor que pueda verse desde tan lejos.

No hay en la tierra ni fuera de ella quien pueda escuchar el gemido. Antes de producirse ya se redujo a nada -y con él- el dolor del alma que lo provocó -y con él- el alma herida que creyó absurdamente que el sueño podía ser algo más que eso.


Sueña el que canta:

"Mi vida, fuimos a volar
con un solo paracaídas,
uno sólo va aquedar
volando a la deriva.
Vivir así no es vivír
esperando y esperando
porque vivir es jugar
y yo quiero seguir jugando.
Le dije a mi corazón
sin gloria pero sin pena
no cometas el crimen, varón,
si no vas a cumplir la condena.
[...]
No te preocupes, Paloma
hoy no estoy adentro mío
tu amor es mi enfermedad
soy un envase vacío"

Lo último de Andrés Calamaro, más arriba algo de Aute y al principio, cuando la entrada prometía lo que nunca cumplió, nuestro queridísimo Pedro Calderón de la Barca.

Un aplauso para los musiqueros...


* Advertencia a deshoras: lo de cadáver exquisito iba, no por el género poético de neto corte surrealista y colectivo, sino por los restos sangrantes cortados a tijera.
Citado involuntario: lo de "rejunte insolente" es un plagio liso y llano capturado en regiones más afortunadas del universo.

Y ya que estamos... donde dice "regiones más afortunadas" por más que se disimule muy bien, hay un link.

sábado, 1 de agosto de 2009

Denegación

Si, como afirma el griego en el Cratilo
el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de "rosa", está la rosa,
y todo el Nilo en la palabra "Nilo".

J. L. Borges


El lenguaje tiene la curiosa propiedad de distanciarnos de las cosas, de las personas, de nosotros mismos. Ponemos la palabra ahí, donde no está el nido -si vale la pampeana metáfora-.

Dicen, las gentes... dicen y el decir es forma de tomar una porción de realidad, examinarla entre las manos, valorar su peso y tamaño, para dejarla luego en un estante vacío al que no se piensa volver jamás.

Decimos para recordar el olvido.

La palabra escudo, la palabra nudo frágil, la palabra humana que deshumaniza lo evocado, que lo objetiva, que lo nutre, lo construye y lo desarma con la misma mirada impávida; que promete, amenaza y sentencia la muerte y resurrección de lo nombrado.

Usted dice -por ejemplo- "para siempre" y antes de medio segundo después, obra el contrahechizo: la eternidad muestra su fecha de vencimiento en el revés del dobladillo.

Sin embargo, suponga que ejerce el supremo derecho de la denegación, haciendo de cuentas que Lacan es un viejito sordo que ya nadie lee. Entonces, al principio de realidad le urgirá demostrarle que, paradójicamente, la inexistencia niega la posibilidad de negar. Dicho de otra forma, toda proposición que contenga a la cosa, aunque negándola, no hace más que rubricar su evidencia.

Dialéctica verbal: negamos al nombrar y al negar predicamos la existencia.

Convénzase de una buena vez... hablar es un simulacro del juego de la vida y una de sus propiedades fundamentales es la evanescencia, las reglas caducan irremediablemente al momento mismo de pronunciarlas; puede usted sacudir sus zapatos sin el menor atisbo de vergüenza y seguir caminando con las manos en los bolsillos mientras acerca la lengua húmeda a los oídos de los circunstanciales paseantes.

Mientras tanto, el mundo (el discurso) sigue girando.

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jueves, 23 de julio de 2009

Después del fin

"...y con tanto ruido, no se oyó el ruido del mar."
J. Sabina



El silencio se abrió desde la superficie de las aguas de la verdad negada por la palabra.

Y la noche fue día en el que se vio la mano monstruosa de lo oculto emerger desde el latido del viento.

Tronaron las paredes del cielo con todas las voces de todas las lenguas que eran solo una y quisieron gritar algo desconocido y fatal (el universo vacío no lo pudo escuchar).

Y el pasado y el futuro fueron recortados con el filo del horizonte y empezaron a andar en direcciones opuestas dejando a su paso un rastro de sangre.

Y el rastro de sangre dividió las aguas y aquí fue el mar y allá la roca para el abrigo del águila.

Y el rastro de sangre dividió la roca y aquí fue el cielo y allá la silueta de la mujer callada que mira el águila desde el borde del risco.

Y el rastro de sangre dividió la mirada y aquí fue el pasado y allá el futuro.

Y el rastro se detuvo sobre el vientre helado de la mujer y lo rasgó con su punzante uña roja.

Y el vientre muerto dio a luz la palabra "presente" en medio de gritos sordos y lágrimas de piedra rota.

Y el rastro dibujó un páramo que abrió sus fauces y devoró al hijo que yacía aferrado al pecho vacío. (No se resistieron, los brazos líquidos del mar.)

No había nadie para recordarlo.

Era el séptimo día.

Y un viejo y olvidado dios de barro -por fin- descansó.

viernes, 9 de enero de 2009

Transparencia

El árbol, el pájaro, la nube.
Todo se refleja en la superficie nítida de una lágrima.
Todo a través de su cristal inobjetable.

El cielo que muere,
la pisada que se hunde... se hunde en el fondo del alma.
Todo se refleja en su limpidez infinita.

Un amanecer desgarrado
que decidió quedarse para siempre habitando la piel del dolor.
Todo se refleja en su verdad de hielo y sal.

Todo en una lágrima que huye descarriada
todo en su mortal y efímero camino
todo en su cauce inapelable.

Pero, más allá de las palabras,
más acá del silencio endemoniado que taladra los oídos,
se refleja una silueta recortada.
Allí la ausencia grita desolada
las letras de tu nombre.