Estamos en, casi, ninguna parte... (A. Dolina)











jueves, 12 de agosto de 2010

Inconsistencias

No me pregunten cómo.
Finalmente, lo consiguió.

...Que cuándo o por qué se lo propuso?
Creo que nunca o por razones confusas e inexplicables.
Empezó a suceder de a poco y en un pacto silencioso donde todo se dio por sentado.
Brotaron los párrafos en letra pequeña y quedaron fijados los términos y las condiciones que nadie conoce pero que todos sabemos.
Las condiciones y los términos son siempre uno: el débil, pierde.

No fue sencillo al principio.
Tenía la mala costumbre de persistir en el espacio, ya lo saben.
Además, están las cuentas de la luz y está el teléfono que suena de vez en cuando por aquella promoción de dos por uno.

Sin embargo, mitad por impericia o desgano,
un poco por evitar los cimbronazos del destino o el desencanto de la verdad
mi sombra comenzó un buen día a volverse decididamente transparente.

Primero fue un cambio imperceptible,
en la tonalidad, la consistencia o en la precisión los bordes,
que es donde primero empieza a desdibujarse una sombra decente.

Alguna mañana faltaba una mano, o las dos.
Otras, la cabeza.

Últimamente, a la transparencia hay que sumarle... -restarle- algunas modificaciones en el talle o la proporción.
Con decirles que sólo queda un pequeño hilo que se desliza, tímido, detrás de mí...

Las voces o el ruido de las pisadas lo silencian casi hasta desaparecer.

Una tarde tuve que arrancárselo del pico a una gaviota que lo alzó en el aire y se llevaba el hilito sedoso y leve mar adentro, sin preguntar.

Hay un muñón (tal vez un brazo) que surge, a veces, de improviso,
para abrir una puerta o decir un adiós.

Pero eso ya casi no sucede.

Sé que un día de éstos -pongamos, un martes- acabaré acostumbrándome y ni siquiera sentiré pena o nostalgia.

Es que, dentro de mí, no sé desde cuándo o por qué (tal vez sabía y lo he olvidado) también hay algo que comienza a desdibujarse.

.

martes, 10 de agosto de 2010

Antes que nada


Pedirte

solamente

que dejes de susurrar

en lo obscuro

solitarias miradas de nube

y que aprenda la sombra

cuánto cabe de luz

en tu voz al hablar.



Es preciso,

esta vez,

saber en qué rincón del cielo

vas a enseñarme a volar

antes de que el azul

que te nombra

se me oculte detrás.



No quiero

-no permitas-

excusas ni galeras con palomas

tímidas que huyan

cada tarde a su destino

al otro lado del mar.



Pedirte,

de momento

bajo el brazo, me dejes llevar

este tibio almohadón de sueños

para cuando el viento

en su hombro

me invite a descansar.



domingo, 1 de agosto de 2010

Tiempo muerto



Vale llevarse los minutos y las cicatrices

y los tiempos improbables del después.


Vale que no quede memoria ni amanecer

ni postigos que no se abran

ni unidades de medida

mezquinas e inútiles para enredar a la eternidad.


Vale dejar la nota junto al reloj.