Regreso por partida doble
No está.
Pero sé que vuelve.
Cuando las trombas endiabladas anuncien el ritmo de la aurora, llegará.
Cuando las horas interminables se agolpen alocadamente
en el seno de la oscuridad.
Y el cuerpo agonizante del mar se desplome en la orilla.
No temo.
Aunque truene su bocaza oscura.
Aunque la arena se desangre entre los dedos
y no haya esperanzas de mañana en esa danza rumiante y banal.
No temeré a los ojos que perforen horizontes
para explicar nuestra presencia.
Ni a las huestes de sal que se encabritarán sobre las aguas.
No tiemblo.
No te asustes.
Son los restos del día que se arrastran bajo mis pies sinceros.
Y no te extrañe que todo siga su curso
cuando la sombra rígida del viento nos quiebre las alas.
Me acurrucaré, entonces, en un rincón del cielo
y escucharé llegar sus errantes pisadas de animal sin dueño.
No me sigas.
No me esperes con la límpida paciencia de tus puños pedregosos
ni importunes con reclamos el sueño verbal de los poetas.
Tardaré más de la cuenta.
No me veas llorar.
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