No me pregunten cómo.
Finalmente, lo consiguió.
...Que cuándo o por qué se lo propuso?
Creo que nunca o por razones confusas e inexplicables.
Empezó a suceder de a poco y en un pacto silencioso donde todo se dio por sentado.
Brotaron los párrafos en letra pequeña y quedaron fijados los términos y las condiciones que nadie conoce pero que todos sabemos.
Las condiciones y los términos son siempre uno: el débil, pierde.
No fue sencillo al principio.
Tenía la mala costumbre de persistir en el espacio, ya lo saben.
Además, están las cuentas de la luz y está el teléfono que suena de vez en cuando por aquella promoción de dos por uno.
Sin embargo, mitad por impericia o desgano,
un poco por evitar los cimbronazos del destino o el desencanto de la verdad
mi sombra comenzó un buen día a volverse decididamente transparente.
Primero fue un cambio imperceptible,
en la tonalidad, la consistencia o en la precisión los bordes,
que es donde primero empieza a desdibujarse una sombra decente.
Alguna mañana faltaba una mano, o las dos.
Otras, la cabeza.
Últimamente, a la transparencia hay que sumarle... -restarle- algunas modificaciones en el talle o la proporción.
Con decirles que sólo queda un pequeño hilo que se desliza, tímido, detrás de mí...
Las voces o el ruido de las pisadas lo silencian casi hasta desaparecer.
Una tarde tuve que arrancárselo del pico a una gaviota que lo alzó en el aire y se llevaba el hilito sedoso y leve mar adentro, sin preguntar.
Hay un muñón (tal vez un brazo) que surge, a veces, de improviso,
para abrir una puerta o decir un adiós.
Pero eso ya casi no sucede.
Sé que un día de éstos -pongamos, un martes- acabaré acostumbrándome y ni siquiera sentiré pena o nostalgia.
Es que, dentro de mí, no sé desde cuándo o por qué (tal vez sabía y lo he olvidado) también hay algo que comienza a desdibujarse.
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