Retirarse como el mar, lentamente
hasta encontrar las orillas;
levantarse en espumas, hacia el cielo
sobre la superficie del alba.
Correr en busca de estrellas fugaces, por lo verdadero
sin perder el aliento en cada salto,
sin apagar constelaciones,
sin perder el rastro
tras la nube.
Encender la mañana, porque sí,
con un tizón palpitante.
Festejar con palabras de arena y amor
el tímido roce del agua.
Escuchar el rugido del tiempo bajo el horizonte
sin quitar las puntas de los pies,
sin temblar ante su abrazo urgente
sin mirar atrás.
Perderse hasta encontrar, casi al descuido
el origen mismo del viento
en una cueva olvidada:
entre los riscos lejanos del recuerdo.
Deshojar los pétalos del oleaje, desde alguna roca distante
sin detener su ritmo líquido
sin quebrar el límpido vuelo
sin defenderse del mal.
Recuperar de a poco el aliento,
sin dejar espacio libre
entre las sombras dormidas.
Arrastrar el alma por rincones desiertos
despertando el murmullo de voces salinas.
Caminar el regreso al silencio
sin conjurar el latido,
sin rasgar la profundidad del sueño,
sin borrar las huellas que se hunden
a cada paso,
en el territorio de la soledad.
hasta encontrar las orillas;
levantarse en espumas, hacia el cielo
sobre la superficie del alba.
Correr en busca de estrellas fugaces, por lo verdadero
sin perder el aliento en cada salto,
sin apagar constelaciones,
sin perder el rastro
tras la nube.
Encender la mañana, porque sí,
con un tizón palpitante.
Festejar con palabras de arena y amor
el tímido roce del agua.
Escuchar el rugido del tiempo bajo el horizonte
sin quitar las puntas de los pies,
sin temblar ante su abrazo urgente
sin mirar atrás.
Perderse hasta encontrar, casi al descuido
el origen mismo del viento
en una cueva olvidada:
entre los riscos lejanos del recuerdo.
Deshojar los pétalos del oleaje, desde alguna roca distante
sin detener su ritmo líquido
sin quebrar el límpido vuelo
sin defenderse del mal.
Recuperar de a poco el aliento,
sin dejar espacio libre
entre las sombras dormidas.
Arrastrar el alma por rincones desiertos
despertando el murmullo de voces salinas.
Caminar el regreso al silencio
sin conjurar el latido,
sin rasgar la profundidad del sueño,
sin borrar las huellas que se hunden
a cada paso,
en el territorio de la soledad.