Estamos en, casi, ninguna parte... (A. Dolina)











domingo, 25 de mayo de 2008





Ahora, cuando no puedo quitarme este sabor metálico de la boca, constato la solidez de la distancia que se proyecta en arco tenso desde el aquel instante voraz.

Turbia naranja de bordes ácidos.
Naranja sin gajos.

Miro hacia atrás, a pesar de las advertencias.

No se llame pereza el detenerme a observar la superficie del recuerdo para ver cómo, mansamente, se demora el tiempo sobre mis párpados vacíos; ni el que los minutos persistan abrojados en el trasfondo rugoso de la memoria, hincados sus dientes en un párrafo inútil destinado al olvido.

Era un asunto necesario -me digo, incrédula- como la sucesión de los días negros y las noches amarillas.

Fue así, con la constancia interrumpida de lo inevitable, que empecé a anotar en esta libreta de locos, entre palabras imposibles, cuántos días van quedando en el tintero (porque lo no dicho evoca, de alguna manera, la rueca despiadada de lo que aún no ha sido).

Llevo escrito en el cielo del paladar aquello que sabe a silencio; a sonrisa fugaz y mirada que viene hacia mí cabalgando con la velocidad certera del rayo. Mirada que despierta un pasado dormido, que arroja bandadas caprichosas hacia las fauces mudas del horizonte. Mirada que juega inocente y sube y baja y ríe en breves tajadas.
Ríe... sonoramente dulce y vuela lejos de mí.

Lejos.

Intento -inútilmente- asfixiarla con el dorso de la lengua.

Derrama su contenido tibio.

Mirada roja como el metálico y mentiroso sol de otoño, que enciende fríos y ajusta cuentas con la cuerda memorial de la distancia.

Naranja rota, sin gajos.


Visión del escribiente





"Frente a mí se extiende el mundo, el vasto mundo de los grandes, pequeños y medianos. Universo de reyes y presidentes y carceleros, de mandarines y parias y libertos, de jueces y testigos condenados; estrellas de primera, segunda, tercera y n magnitudes, planetas, cometas, cuerpos errantes y excéntricos o rutinarios y domesticados por las leyes de la gravedad, las sutiles leyes de la caída, todos llevando el compás, todos girando, despacio o velozmente, alrededor de una ausencia. En donde dijeron que estaba el sol central, el ser solar, el haz caliente hecho de todas las miradas humanas, no hay sino un hoyo y menos que un hoyo: el ojo de pez muerto, la oquedad vertiginosa del ojo que cae en sí mismo y se mira sin mirarse. Y no hay nada con qué rellenar el hueco centro del torbellino. Se rompieron los resortes, se desplomaron los lazos visibles o invisibles que unían una estrella a otra, un cuerpo a otro, [...] no son sino un enredijo de alambres y pinchos, una maraña de garras y dientes que nos retuercen y mastican y escupen y nos vuelven a masticar. Nadie se ahorca con la cuerda de una ley física. Las ecuaciones caen incansablemente en sí mismas."



Octavio Paz en "Libertad bajo palabra". Ed. Cátedra.

sábado, 17 de mayo de 2008

El arte de la ausencia


"En Occidente, las virtudes teatrales de la omisión fueron ejercidas del modo más sublime por el ya legendario Ian Wilenski. Como todos sabemos, este artista continuaba desarrollando su energía actoral aun cuando su personaje no estuviera en el escenario. A decir verdad, era precisamente en esos momentos de ausencia cuando Wilenski hacía notar su increíble capacidad de no expresar.


Sus comienzos en la compañía del director Enrique Argenti no fueron muy prometedores.
Se destacaba, eso sí, por su extraordinaria concentración: si tenía que disparar una flecha en el tercer acto, su arco ya estaba tenso una hora antes de la función: si moría en el primer acto, no había forma de hacerlo reaccionar hasta que los serenos que cuidaban el teatro lo arrojaban afuera.

En 1957, un crítico se refirió a su actuación diciendo que el público no veía la hora de que Wilensky se fuera del escenario. Los amigos del actor lograron convencerlo de que el dictamen estaba referido a la fuerte impresión que dejaba la ausencia de su personaje.
[...]

Hay que reconocer que la fama lo alteró. Sabedor del brillo de sus ausencias, procedió a ejercerlas en su vida personal. Se hacía invitar a todas las fiestas del ambiente, solamente para no ir. En su casa, casi nunca lo veían. Sin embargo, la inasistencia absoluta es imposible. Uno siempre está en alguna parte."



Alejandro Dolina en "El libro del fantasma". Ed. Booket.

domingo, 4 de mayo de 2008

Rabo de nube



Si me dijeran, pide un deseo,

preferiría un rabo de nube,

un torbellino en el suelo

y una gran ira que sube.



Un barredor de tristezas,

un aguacero en venganza

que cuando escampe parezca

nuestra esperanza.


Si me dijeran, pide un deseo,

preferiría un rabo de nube,

que se llevara lo feo

y nos dejara el querube.



Un barredor de tristezas,

un aguacero en venganza

que cuando escampe parezca

nuestra esperanza.



Luis Eduardo Aute

viernes, 2 de mayo de 2008

Berberisco



Tiza sobre papel 30 x 24 cm