Estamos en, casi, ninguna parte... (A. Dolina)











miércoles, 30 de diciembre de 2009

Principio y final

Vista desde el punto de vista de la cultura occidental, la vida humana podría definirse como una cuerda, una línea en permanente tensión entre dos puntos: principio y final.

Entre esos, miles de actos gloriosos e infames, mínimos o cíclopeos, no parecen ser más que un intento desesperado por extender ilimitadamente la distancia entre ambos extremos, cuya cota máxima va a parar por allá, en los yuyales aledaños a la eternidad.

Este último concepto implica, de alguna forma, la ruptura con lo lineal. Cabe pensar, como aducen algunos autores, que una cantidad de materia finita enclavada en una línea de tiempo infinito producirá en algún momento el recomienzo de un ciclo, la coincidencia repetida de cierta organización molecular. Vale decir, una vuelta al principio: ahí la circularidad, el eslabón de la cadena que tuerce hacia sí misma cualquier historia, por lineal que parezca.

En este sentido, durante algunos días cercanos al solsticio de verano, en estas latitudes sureñas, el día y la noche se confunden en un laberinto circular que hace dudar de las nociones de principio y final...

¿Quién determina cuándo comienza un día y cuando acaba la noche en un continuo de semipenumbra que no es ni alba ni anochecer? Se rompe una constante que ha determinado para hombres y bestias (si se me permite el pleonasmo) el ritmo entre vigilia y sueño. La luminosidad constante del horizonte durante el ciclo de sueño desmiente cualquier definición.

El sol se encuentra en su altura máxima y comienza su paulatino descenso hasta envolvernos en las sombras del invierno. Se trata de un momento mágico, que en otras latitudes ha dado lugar a complejos rituales en honor a las deidades a quienes se les atribuye el régimen sobre estos fenómenos. Entre ellas, los romanos veneraban al dios Jano -patrono de los constructores- representado siempre con dos caras opuestas, que miran los dos puntos que señalábamos... ¿al principio?

Esta deidad "bifronte", de quien proviene el nombre del primer mes del año de nuestro calendario (enero), encuentra no casuales similitudes en la figura cristiana de Juan Bautista y Evangelista, a quien se rinde culto, precisamente, coincidiendo con ambos solsticios. Este fenómeno celeste tiene sus dos momentos durante el año: el de verano (llamado janua inferni, por conducir a la penumbra) y el de invierno (janua coeli, puerta de los dioses).




Considerado Jano el dios de los principios y los finales, tenía como misión el ser guardián de esas "puertas solsticiales o puertas del cielo". Es así que este dios de "iniciación a los misterios" bien puede sugerir o simbolizar, precisamente, la dualidad, la contradicción, la lucha entre el bien y el mal, presente en cada uno de nosotros y en cada uno de los deseos para el porvenir y recuerdos del pasado que tendemos a evocar en estas fechas.

Corolario: un mismo signo puede ser la antesala de la luz o de la oscuridad, del invierno o del verano, del amor o del odio, de la verdad o la mentira, de la dicha o del sufrimiento.
¡Guárdenos, Jano, de los inviernos que se anuncian como veranos y de los odios que insisten en disfrazarse de amores!



No es casual que elija ilustrar esta entrada con uno de los temas del trabajo "Seven lives many faces" (2008, Enigma) hablando de caras y hablando de misterios. En este caso, precisamente "Las puertas del cielo", aludiendo al sitio que guarda la deidad bifronte, el que une la cuerda entre el principio y el final, el doble, el indeterminado Jano. Deliciosa pieza cantada en catalán, guardiana a su vez de recuerdos olvidables e indeterminados por estar anclados, precisamente, en la dualidad bifronte de una imagen vista al pasar, sobre el cristal empañado de un espejo que miente verdades.









Advertencia necesaria: La apropiación de tópicos provenientes de solares mejor iluminados, corre por cuenta exclusiva de la ausente firmante.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Se mezclaron los papeles

Un buen día, los libretos aparecieron desparramados en el suelo.

Alguien -con desgano- los juntó sin reparar demasiado en los folios, en el derecho ni el revés, ni siquiera en pares e impares.

Al principio nadie se dio cuenta.
Salvo por alguna mirada, algún gesto extrañado, todos parecían estar de acuerdo con que la obra seguía.

Conforme avanzaba la trama, los dioses departían con los hombres en los bares de mala muerte y las gentes preocupadas por el horario de los ferrocarriles masticaban estrellas cruzando los brazos por debajo de la nuca.


Finalmente, alguien terminó por el principio mientras el personaje principal apenas acababa la segunda línea y esperaba impaciente al mensajero que traería desde lejos las noticias de lo que aún no había ocurrido.

El coro llegó a destiempo y Tiresias pasó de vidente a ciego, tras una bajada de telón.

Cuando los actores dieron por terminada la escena, hasta el público se preguntaba ,confundido, si esa parodia del mundo no era demasiado verosímil como para ser teatral.
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jueves, 10 de diciembre de 2009

"Las flores del mal"




Art of Noise - Instruments of darkness (cortesía no demasiado voluntaria de aza1029)



El amor de mentira

[...]

¿Eres fruto otoñal de sabor soberano?
¿Eres fúnebre vaso que espera algunas lágrimas,
perfume que en oasis hace soñar remotos,
almohada que acaricia, o cestillo de flores?

Yo sé que hay ciertos ojos, de los más melancólicos,
que no esconden secretos preciados; medallones
sin reliquias, y bellos estuches sin joyeles,
más vacíos, más hondos que vosotros, ¡oh, cielos!

¿Pero no es suficiente que seas la apariencia
para alegrar un pecho que la verdad rehúye?
¿Tu estupidez qué importa o qué tu indiferencia?
¡Salve telón o máscara! Yo adoro tu belleza.


Charles Baudelaire

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martes, 8 de diciembre de 2009

Diálogos capitales


"...man kann nicht nicht kommunizieren..."
Paul Watzlawick


En 1835 se publicó en francés el "Método Ollendorf", como ayuda para el aprendizaje del idioma alemán. Aplaudido por las corrientes conductistas, se trata de un sistema que luego fue aplicado al aprendizaje de otras lenguas, entre ellas el español -no... ¡baje el dedo!, hablo del idioma-.
Sucesivas ediciones de la obra hablan de su eficacia a la hora de aprender... a no comunicarse.
Se trataba -explico breve y mal, pero no es el fin último de este diálogo, o tal vez sí...- de series de preguntas y respuestas que no necesariamente obedecían a la lógica y el contenido semántico de los mensajes, sino a reforzar estructuras sintácticas presentes en el diálogo.

Pongamos por caso...
-¿Crees que lloverá?
-No. Pero un gato visita mis sueños y me cuenta al oído el pronóstico de lo que ya sucedió...


Curiosamente, este método, en apariencia vaciado de significación para los políglotas en ciernes, se aplica en buena parte de las conversaciones diarias, entre hablantes de una misma lengua (si se me permite la absurda generalización).

¿De qué hablamos cuando hablamos? ¿Es posible acaso superar la barrera del yo para penetrar en la subjetividad del otro? ¿Degustar el peso y sustancia de sus palabras?¿Apreciar la dimensión exacta de los significantes?

Quitando el ponerse de acuerdo para un encuentro de fin de semana o la lista del supermercado, la mayoría de los intentos comunicativos entre algunas personas no dejan de ser una fiel muestra de que, todo diálogo es incompleto, un absurdo intento de salirse de la trampa interior, de la que jamás se podrá huir, pues se vive preso de la propia subjetividad.


-¿Qué queda cuando la realidad se vuelve contra sí misma?
-Un ruido de sueños que se deshacen, sin dudas.
-El costado oscuro de la luz.
- Unas manos que construyen manos que destruyen...

-¿Y de ti mismo?

-Nada...

-¿Los túneles de Sabato?


Cualquiera podría ser el significado de los enunciados. Más lejos, más cerca, jamás llegaremos a quebrar la distancia...


Acotación urgente:
Poco más de un siglo después del surgimiento del "Método Ollendorf" y su discutible vacío comunicativo, surge la conocida hipótesis del epígrafe:
Aunque toda comunicación es incompleta, dice Watzlawick que "es imposible no comunicar".
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